miércoles, abril 25, 2007

Que reconfortante era verte descansar ahora.
Miraba tu figura quieta y precisa. Me la imaginaba tal cual la había conocido hace casi diez años. Sólo un por una par de canas, el grueso bigote y algunas arrugas en tu cara, marcaban la diferencia.

Todo estaba calmado, oscuro y con el grueso frío en los vidrios, que no dejaban escapar ni un soplido, parecía que la respiración se escuchaba más fuerte.
De la ventana, la luz de la noche, le daba un deslumbrante color azul a la copa que yacía junto a nuestro lecho. Podría seguir mirándote de por vida, y rescatar todo aquello que me enamoró de ti y guardarlo para siempre; borrar las cicatrices y moretones que sin querer me dejaste y cantarte algo tierno, sin necesidad de callar otra vez.

Te miraba descansar, y de repente mis ojos se llenaban de melancolía. El frío llenaba cada vez más tu cuerpo en reposo, por lo que sólo me sugerí cubrirte con nuestras sabanas blancas que había puesto esta mañana en la cama, sólo para que tu sueño fuera muy placentero.

Al pasar de las horas, me dediqué a limpiar el piso. Costó mucho sacar el barro del encerado. Cómo odiaba que llegaras a casa con los zapatos embarrados y esperaras llegar a la pieza para quitártelos. A la vez, anhelaba el momento en que desde la cocina, te podía escuchar quejumbroso por tu dolor de espalda, y con el ruido del catre, yo sabía de anticipo que tenía que tener un té de hierbas listo para ti.

Nunca me pediste las gracias. Pero nunca las necesité, porque hoy sé que sin mí, tal vez que habrías hecho.

Volvía mirarte de vez en cuando, haber, si habías cambiado de posición dentro de la cama. Mientras de rodillas lustraba el piso, veía caer mis lágrimas encima de la cera. Sentía un dolor. Sobé un poco mi abdomen y pensé, “Ya viene en camino”.

Cuando el piso ya lucía su plena limpieza, no aguanté más y sentí como su cuerpo, se movía dentro de mí y reclamaba su libertad. De un momento a otro, vi mis pies rodeados de sangre, la cual, calidamente había recorrido mis entrepiernas hasta llegar al suelo.

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